lunes, 19 de noviembre de 2007

Crujen los mástiles

“Vencer sin peligro es ganar sin gloria”, así reza la máxima de Séneca que encabeza este blog y que humildemente ha tenido a bien adjudicarse este equipo. Sin duda el sabio romano de Córdoba, era consciente de que esta afirmación, nacida de la reflexión sosegada y lúcida, encabezaría más de una batalla, y que serviría para calificar múltiples conquistas y luchas que en el futuro habrían de existir. Hoy, ha sido uno de esos días. Este lema, esta frase además de vivir y brillar en la boca de los integrantes de este equipo, parece que está indudablemente buscando acomodo, hogar, en una zona más noble de la anatomía de este pelotón de combate. No sabemos si busca el alma o el corazón, pero...esta frase ha dejado de ser un eco lejano y se ha hecho tangible, ya no son sólo palabras, es un sentimiento.

La vida esta llena de paradojas y precisamente en la derrota, ha sido donde esa antigua referencia a la victoria, se ha mostrado de manera cristalina ante el grupo, este grupo herido, vapuleado, exhausto. De los conceptos que forman el dicho: el peligro, la victoria y la gloria, sólo el peligro se enroló con el ejército de Gaintxu. La victoria y la gloria se esfumaron cuando el equipo creía haberlos hecho prisioneros. Curioso es que los conceptos masculinos se aliaran (el peligro) y los femeninos (la victoria y la gloria) se dejaran querer pero huyesen de manera desprevenida y cruel, dejando maltrecha la moral del equipo. Tan parecido a la vida real...verdad amigos, ellos se quedan y ellas se van.


Como un barco tras la batalla, regresó a puerto el equipo, manchado de sudor y sangre, cubierto de ceniza y pólvora, crujían los mástiles, heridos, y silbaban tristes las velas como si fueran conscientes de la derrota sufrida por los navegantes que en silencio mascaban su desdicha, pero inconscientemente reforzaban su espíritu. El salitre de los errores cometidos, quemaba la piel y las llagas de los soldados, esa piel que en cada derrota se curte y que a estas alturas más parece cuero que piel.

Si el gran Séneca pudiera abandonar los Campos Elíseos donde mora y descender sobre este barco, se hubiera paseado orgulloso por la borda, mirando respetuosamente a este equipo que hoy, tocó con la yema de los dedos la gloria. La gloria escapó sí, pero lo que Séneca plasmó en su máxima, ese sentimiento, hoy lo amarró el equipo, ya lo lleva dentro. El siguiente cometido será arreglar los desperfectos del barco y lanzarse a la siguiente contienda, con bravura, recordando lo aprendido y sabiendo que contamos con un nuevo aliado, ese sabio que hoy se emocionó tras ver brillar el espíritu de su lapidaria frase.

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